El cuidado como motor de humanidad

 

Una reflexión personal y profesional

 

Hace unos días, fui intervenida quirúrgicamente en el HUCA y, desde mi casa, donde me sigo recuperando, me siento profundamente agradecida. Quiero reconocer el impecable trabajo del equipo médico, en especial de la doctora Martín, cirujana que lideró esta operación, y de las profesionales que me asistieron durante mi estancia hospitalaria. Pero este texto no solo busca agradecer, sino también compartir una reflexión que esta experiencia me ha suscitado sobre el cuidado, la dignidad y nuestra interdependencia como seres humanos.

Tras la operación, experimento algo inédito para mí: depender de otras personas para tareas tan básicas como asearme o moverme. Esta vivencia, me obliga a reflexionar sobre el acto de cuidar, no solo desde el ámbito profesional, sino también desde el rol que desempeñan familiares, amigos y hasta desconocidos. En mi caso, junto al excelente equipo sanitario, fue también la familia de la paciente con quien compartía habitación quien, con una generosidad inesperada, me ofreció apoyo y ánimo. Este gesto me recordó la famosa frase de la maravillosa película Un tranvía llamado deseo: “Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos”.

Sin embargo, esta experiencia no sería completa sin destacar la importancia de las redes naturales de apoyo, como la familia y las amistades, que son fundamentales en la vida de cualquiera, pero especialmente en la de las personas más vulnerables o dependientes. Estas redes, junto con los apoyos profesionales, construyen un entorno de seguridad, confianza y humanidad que debe ser un pilar en la atención a quienes más lo necesitan.

Desde mi rol como Gerente de la Asociación Fraternidad, organización dedicada a la atención de personas con discapacidad intelectual desde 1982 en Tapia de Casariego, estas vivencias personales me llevan a cuestionar si realmente estamos ofreciendo en nuestros Centros, especialmente en nuestra Residencia, y Servicios los cuidados más respetuosos y centrados en la persona. Garantizar siempre la dignidad y la autonomía de quienes dependen de nosotros/as y reconocer y fortalecemos el papel de sus redes naturales de apoyo.

En Asturias, el modelo impulsado por la Red CuidAs de la Consejería de Derechos Sociales apuesta precisamente por transformar los cuidados de larga duración, proponiendo un enfoque que combina profesionalidad, humanidad y un compromiso ético. Este marco, en el que también nos inspiramos en Fraternidad, defiende que el cuidado no es solo un conjunto de destrezas técnicas, sino también, y, sobre todo, es relación, acompañamiento y respeto profundo.

El filósofo Xabier Etxeberria, referente en el ámbito de la discapacidad, y en muchos otros, en sus reflexiones sobre la ética del cuidado y la interdependencia, subraya que todas las personas, en algún momento, seremos cuidadoras y cuidadas. Reconoce en esta relación un acto no solo de necesidad, sino de construcción de humanidad compartida. Según Etxeberria, el verdadero cuidado debe dignificar a ambas partes y estar impregnado de valores como la confianza, la intimidad y el respeto.

Mi experiencia reciente me ha recordado la importancia de revisar nuestras prácticas como sociedad, como profesionales y como personas.

Desde Fraternidad, creemos que cuidar bien no es solo una tarea, sino un acto ético que pone a la persona en el centro y que fomenta tanto el bienestar físico como el emocional. Este compromiso, sin embargo, no sería posible sin el equilibrio entre los cuidados profesionales, tan necesarios, y el acompañamiento de las redes naturales de apoyo de nuestro entorno comunitario, esenciales en las vidas de quienes atendemos.

Esta carta es un agradecimiento a todas las personas que me cuidaron y cuidan, pero también una invitación a reflexionar: ¿cómo cuidamos a los/las demás, especialmente a quienes más lo necesitan? ¿Qué nos guía como profesionales para hacerlo? ¿Cómo dignificamos esa profesión? ¿Y qué hay de las renuncias y esfuerzos históricos de las mujeres como grandes cuidadoras no formales de sus familiares dependientes? ¿Qué modelo de cuidado y respeto a las voluntades, gustos y deseos podemos esperar en nuestra vejez? Y la gran pregunta… ¿Estamos dispuestos a reconocer la bondad y la dignidad que hay en cuidar y ser cuidados? porque en este delicado equilibrio, estoy convencida, reside lo mejor de nuestra humanidad.

 

3.Carmen (Mayca) G. Collado.
Gerente. Asociación Fraternidad
Tapia de Casariego

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